martes, 29 de diciembre de 2009
martes, 1 de diciembre de 2009
Desplazar y devenir: viaje y sensación
/ Contratiempo Revista de cultura y pensamiento / La cultura crítica en América Latina / Otoño - Invierno 2007 / N° 2 Edición Impresa
Dibujo Siglo XVII
Guillermo Wilde es doctor en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires. Realiza investigaciones sobre etnohistoria guaraní, misiones jesuíticas, liderazgos indígenas y aspectos de antropología simbólica y política. Editó tres libros de ensayos sobre antropología contemporánea por editorial SB. Fue becario doctoral y postdoctoral de diversas instituciones en Argentina (CONICET, UBA, Fundación Antorchas) y el exterior (AECI, DAAD, British Council y John Carter Brown Library). Fue becario post-doctoral de la Wenner Gren Foundation for Antrhopological Research (Estados Unidos) y del Programa de Posgrado en Antropología Social del Museo Nacional (Universidad Federal de Río de Janeiro). Actualmente se desempeña como investigador del CONICET. E- mail: guillermowilde@gmail.com
Antropología y Estética del viaje
GUILLERMO WILDE
“¿Estarían aún del otro lado, para recibirnos, todos esos prodigios que divisaron los navegantes antiguos? Recorriendo espacios vírgenes, no se ocupaban tanto de descubrir un Nuevo Mundo como de verificar el pasado del Viejo...”
Claude Lévi-Strauss
La antropología surgió como una preocupación humanística y filosófica antes de convertirse en disciplina científica. Se fundó en una pregunta sobre la alteridad mucho tiempo antes de que pudiera hablarse de ciencia. La antropología no creó un campo de significación nuevo, sino que legitimó una organización particular de sentido que la precedía: el espacio y el tiempo del otro. El hecho de que en cierto punto de la historia -fines del siglo XIX- se haya desarrollado un saber, una disciplina con un método propio, orientado al estudio formal de esa alteridad, responde a circunstancias específicas de aquel contexto. Pero el concepto de otredad ya se encontraba en las bases de la cosmovisión de un occidente que laboriosamente había inventado una tradición que comenzaba con los antiguos griegos, seguía con los romanos y la cristiandad europea, y culminaba con la revolución industrial. A lo largo del proceso, esa tradición provocaba visiones acerca de sus límites en expansión.[1]
Los viajes produjeron un ensanchamiento de los horizontes cognoscitivos, imaginativos y sociales de Occidente que llegó a definirse como una entidad en oposición a las realidades ajenas, distantes en el espacio y el tiempo. Los relatos de viajes instalan el problema del Otro a nivel discursivo configurando una forma primitiva de antropología. La idea del viaje aparece en las fuentes escritas de la antigüedad. Pensemos en Homero, pero también en Tácito, Pausanías y Herodoto, entre otros. Esa literatura puebla el recorrido del viajero de criaturas y pueblos extraños que deben ser vencidos en su periplo agonístico. Llegado a un punto de su trayecto, el héroe comienza a sentir nostalgia por la patria lejana y emprende el regreso anhelando encontrarse con los suyos. Sin embargo, al arribar al lugar de origen, percibe que ya nada es igual: él ha sufrido un cambio radical como resultado de la experiencia fugaz de lo ajeno. El arquetipo parece repetirse en la era de las cruzadas, cuando el viajero, guiado en su peregrinaje por una representación cartográfica del cosmos, prevé más allá de sus fronteras un territorio onírico de monstruos, musas y tesoros, cuya existencia asume como real.
Estos traslados, además de inscribirse en un espacio real o imaginario, corresponden a formas singulares de entender el tiempo y las posibilidades de desplazarse en él. Hasta los comienzos de la era cristiana, los griegos, inspirados en una concepción cíclica del tiempo, asentaron en sus viajes una “historia” del presente. En los tiempos de la cristiandad, más precisamente con Agustín, surge una concepción lineal y evolutiva, acompañada de una idea de “progresión” y “pasado” que se asemeja al sentido contemporáneo de la “historia”. No obstante, la antigua tradición de “historiadores del presente” seguirá su camino en la figura de los viajeros y misioneros que se dirigen hacia los confines más remotos del orbe, hacia una otredad vista como frontera del espacio y el tiempo propios. Aquí parece estar en juego la idea misma del orden cristiano universal, como medio y fin de una división imaginaria del mundo. Con él nace la idea de occidente como sujeto cuya falta se encuentra cifrada en un otro que construye como objeto para sí, como un opuesto definido por la carencia, sin el cual no puede existir. Esta mirada – que no estuvo exenta de ambigüedades y contradicciones, pues en una misma época se plantean diatribas y elogios de los pueblos descubiertos- revela el carácter fantasmático de ese otro-objeto que no sabe decirse por sí mismo en tanto que carece de lengua, escritura, moral, Estado, conciencia, arte, pasado y futuro.
El Nuevo Mundo y sus representaciones
La península ibérica fue representada a partir del siglo XV como la cabeza impulsora de la expansión cristiana en el mundo. El año de 1492 es un punto de inflexión clave que plantea el problema de la alteridad de manera sustancial. Los americanos del Nuevo Mundo descubierto se convertirán en una replica de los árabes vencidos en la Granada reconquistada[2]. Pero el descubrimiento de América introduce algo distinto en el plano de las representaciones del otro. A partir de él, dice Lévi-Strauss, el hombre empieza a plantearse el problema de sí mismo.[3] América, colocó “a la humanidad ante su primer gran caso de conciencia.” (p. 23). Desde las cartas de Colón hasta las crónicas de viaje de Jean de Lery, circulan infinidad de apreciaciones sobre los límites de la humanidad del indio. En la controversia de Valladolid de 1550 el defensor Las Casas no duda en mostrar a los indios como personas porque, como los europeos, tienen aldeas, villas, ciudades, casas, reyes y señores.[4] Más tarde, varios pensadores idean sensibles visiones acerca de la diferencia cultural dirigiéndose críticamente a la modernidad europea. En un célebre párrafo de Montaigne es posible descifrar una teoría relativista en ciernes:
“[…] creo que nada hay de bárbaro ni de salvaje en esas naciones, según lo que se me ha referido; lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres. Como no tenemos otro punto de mira para distinguir la verdad y la razón que el ejemplo e idea de las opiniones y usos del país en que vivimos, a nuestro dictamen en él tienen su asiento la perfecta religión, el gobierno más cumplido, el más irreprochable uso de todas las cosas. Así son salvajes esos pueblos como los frutos a que aplicamos igual nombre por germinar y desarrollarse espontáneamente; en verdad creo yo que más bien debiéramos nombrar así a los que por medio de nuestro artificio hemos modificado y apartado del orden a que pertenecían; en los primeros se guardan vigorosas y vivas las propiedades y virtudes naturales, que son las verdaderas y útiles, las cuales hemos bastardeado en los segundos para acomodarlos al placer de nuestro gusto corrompido; y, sin embargo, el sabor mismo y la delicadeza se avienen con nuestro paladar, que encuentra excelentes, en comparación con los nuestros, diversos frutos de aquellas regiones, que se desarrollan sin cultivo. El arte no vence a la madre naturaleza, grande y poderosa. Tanto hemos recargado la belleza y riqueza de sus obras con nuestras invenciones, que la hemos ahogado; así es que por todas partes donde su belleza resplandece, la naturaleza deshora nuestras invenciones frívolas y vanas.” [5]
Párrafos como este, dedicados a los “caníbales” de Sudamérica, expresan una nueva sensibilidad que abre tempranamente el camino para un humanismo antropológico sustentado en el horizonte ficticio del estado de naturaleza perdida.
Pero no es hasta mediados del siglo XVIII que se generan las condiciones para la formación de un discurso objetivo del otro excluido de la razón, donde no solo será circunscrito el indio americano, sino también el loco, el niño y la mujer, junto a otras figuras de la anormalidad. Es esta la época de plena interacción entre los viajeros -como La Condamine, Cook, Malaspina o La Perouse- conocedores de métodos de recolección de datos, especialmente enviados por los Estados absolutistas a explorar las colonias y los filósofos -como Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Buffon-, quienes inspirados en las imágenes que les llegan de los americanos vuelven su mirada crítica sobre una Europa decadente. Aunque no se ha producido entonces una diferenciación de disciplinas, un proyecto antropológico propiamente científico, basado en los conceptos y la práctica de la observación, ya comienza a perfilarse en esta época. Tarde o temprano, la diferencia cultural será transformada en objeto.
El antropólogo Johannes Fabian identifica allí operaciones ideológicas de construcción del tiempo. La noción del viaje como ciencia, surgida a fines del siglo XVIII, conlleva entonces la idea de un “cierre” o “terminación” espacio/temporal de la historia humana. El “alocronismo” (alo, otro; cronos, tiempo) es la operación básica del conocimiento antropológico que, apoyada en una concepción lineal y evolutiva del tiempo, sitúa a las sociedades que estudia en un tiempo anterior. Así, evita la copresencia temporal del otro y naturaliza una distancia que tiene menor relación con el tiempo que con diferencias de poder y economías políticas del sentido.[6]
La característica, y en gran medida el mayor atractivo de la literatura de viajes que antecede a la antropología, es su mezcla de la narración personal con la descripción minuciosa. Los relatos se caracterizan por una capacidad de “asombro” ante la diferencia. En la medida en que avanza la formalización de un discurso positivo de la realidad, se va perdiendo esa capacidad de “asombro”. La paulatina imposición de modelos naturalistas produce una racionalización a través de la comparación, clasificación, distanciamiento; “lo repetitivo y lo repetido”, escribe Esteban Krotz, se transforman en lo verdaderamente importante mientras que “lo único y lo incomparable” posee escaso valor cognitivo entrando más bien en el terreno de la anécdota curiosa. [7]
Especialmente a partir del siglo XIX, los viajes aumentan en número y tipo, lo que trae como consecuencia la difusión de innumerables relatos. Ese impulso al conocimiento obtenido por medio de los viajes se halla condicionado por los contextos cambiantes en que se produce y se recepciona. La revolución industrial dispara una nueva expansión colonial y oleadas migratorias en las direcciones más diversas y el viaje, hasta ese entonces una práctica reducida a un pequeño grupo de personas, se extiende a sectores más amplios de la sociedad. Prácticamente toda la antropología de ese siglo había estado basada en estos relatos, que generalmente no eran realizados por los mismos estudiosos. Viajar, escribe Krotz, “no constituía un elemento existencial o biográficamente relevante, ni era la base fundamental para su trabajo. Su materia prima era, en cambio, lo que viajeros traían y habían traído y/o enviado de otras partes del mundo” (p. 39). No es hasta el siglo XX que se institucionaliza el “trabajo de campo” como herramienta metodológica. Se puede decir que con él emerge la antropología como disciplina científica.
La ciencia de la observación y el arte del viaje
En el proceso de racionalización que representó la modernidad industrial se fueron perdiendo las características esenciales del viaje como forma de conocimiento que compromete la existencia y la revoluciona. Jorge Carvalho sugiere acertadamente que el viaje es a la vez interno y externo. En su faceta interna conlleva una dimensión verdaderamente crítica pues desestabiliza las propias categorías y compromete la integridad corporal. En su aspecto externo implica la descripción minuciosa y detallada donde los rastros de la subjetividad son omitidos. Esta distinción se traduce en la aparición de géneros narrativos diferentes y modalidades contrarias de concebir el viaje. Carvalho contrasta a Bronislaw Malinowski, padre de la antropología, con Madame Blavatzky, pionera de la teosofía y las enseñanzas esotéricas. Ambos personajes entienden al viaje como práctica de conocimiento del otro que encierra una fascinación por lo premoderno; que abre un conjunto de experiencias desconocidas que solo pueden vivirse a partir de un extrañamiento con los valores de la propia cultura. Pero mientras Blavatzky utilizaba al viaje como instrumento de autoconocimiento, Malinowski se niega “a considerar sus años de trabajo de campo como un camino en busca de sí mismo”.[8] Cabe destacar sin embargo que Malinowski oculta esa tormentosa y angustiante parte de su experiencia en sus diarios personales, saliendo a la luz mucho tiempo después de su muerte. Los dos Malinowskis, el de la etnografía y el de los Diarios de campo, manifiestan una división impuesta en la época sobre el campo del análisis social, que no podía ser abordado en términos de arte si lo era en términos de ciencia. Esa diferencia de mirada está presente también en el modo como Malinowski y su amigo fotógrafo Stanislaw Witkiewicz se retratan en sendas fotografías. Mientras el primero elige el discurso visual como soporte realista, el segundo se deja influir por el discurso surrealista.[9]
La separación entre la experiencia del viaje y la escritura etnográfica se profundiza a lo largo del siglo XX y equivale al apartamiento entre el discurso del arte y el de la ciencia. Esa separación genera una falsa distinción entre vías racionales e irracionales de transmisión de la experiencia, más aún, de modos de acceso a la realidad. Como escribe Mary Louise Pratt, la etnografía se definió por su rechazo al lado narrativo de su ascendencia formadora, viendo en él una amenaza para sus límites disciplinarios.[10] En los nuevos trabajos se ha ido perdiendo el balance entre la narrativa personal y descripción detallada e impersonal propia de los relatos de viaje. Si bien esa combinación es buscada por determinado tipo de producción etnográfica vigente, no es su característica general. En la actualidad, una buena cantidad de trabajos etnográficos, como reacción a una idea de positivismo banal que, piensan, dominó la disciplina por mucho tiempo, optan por afincarse en un subjetivismo exagerado donde la experiencia personal lo ocupa todo y la reconstrucción del contexto, incluso el biográfico, -que en buena medida permitiría encontrar sentido para esas sensaciones vividas- es prácticamente nula.
Al separarse la antropología de la tradición del relato de viaje en el siglo XX adopta un tono distanciado que intenta retener como característica de un discurso propiamente científico que la define. Así, enterrará sus orígenes humanísticos bajo un lenguaje rígido y desapasionado que cree verse seguro detrás de una fachada naturalista. Este es un momento crucial para comprender la ruptura entre dos formas narrativas que hasta entonces convivían, ajenas a una serie de polaridades todavía predominantes, pese a algunos intentos por retomar la escurridiza metáfora del viaje.
El último viajero filósofo
Nadie dudaría en ubicar a Claude Lévi-Strauss en una tradición antropológica con ambiciones científicas. De hecho, su contribución probablemente represente la última escuela teórica propiamente dicha de la antropología. Más allá de lo que pueda objetarse de sus construcciones teóricas, es claro que representó un intento formalizador del conocimiento pocas veces visto en la historia del conocimiento. Sin embargo, su concepción de la antropología no excluye una fuente humanística que hunde sus raíces en la modernidad europea, más precisamente en la tradición de viajeros y filósofos del siglo XVIII.
La única obra en la que Lévi-Strauss refiere extensiva e intensivamente a su experiencia de campo en Brasil es Tristes Trópicos, donde recupera las huellas de su viaje biográfico a la etnografía.[11] Sus definiciones de la etnografía, el mapa de su camino personal, sus angustias, se ven inevitablemente drenadas por elementos del contexto de la preguerra, de la ocupación alemana, de las sucesivas huidas... Debe entonces tomar la distancia necesaria:
“De una manera inesperada, entre la vida y yo, el tiempo ha tendido su istmo; fueron necesarios veinte años de olvido para encontrarme frente a una experiencia antigua cuyo sentido me había sido negado y su intimidad arrebatada por una persecución tan larga como la Tierra.” (p. 32).
Tristes Trópicos es una obra difícil de clasificar en la obra general del autor. Como sugiere agudamente Clifford Geertz, no se trata de un ejemplo de antropología estructuralista y resiste a ser localizada en una lista biobibliográfica. Más bien representa varios textos diferentes, colocados en relación metonímica: es relato de viaje, es la obra etnográfica, es texto filosófico, es panfleto reformista basado en un radicalismo estético, es texto literario simbolista. Por su organización circular, agrega Geertz, Tristes Trópicos tiene la apariencia de un mito, en el que la sucesión de capítulos no responde a un orden lineal sino que concatena textos, lugares, imágenes que se mantienen independientes. La obra adopta como propiedades, la concurrencia y la interferencia textual, la multiplicidad y la combinatoria propia del “pensamiento concreto” primitivo[12]. Por su parte, Susan Sontag, subraya el contraste de Tristes Trópicos con el resto de las obras del autor, cuya marca es el distanciamiento y el cause de las emociones purgadas en la severidad de la teoría. Tristes trópicos, escribe, es una obra intensamente personal, tanto como los Ensayos de Montaigne o La Interpretación de los Sueños de Freud, pues en ella Lévi-Strauss parte de una experiencia personal para elaborar una concepción de la situación humana y una estética del conocimiento. [13]
La problemática del tiempo, gravita de manera ubicua en toda la obra del autor, especialmente en Tristes Trópicos donde, si bien la idea del traslado en el espacio ya se refleja en el título, la dimensión temporal es el eje fundamental de la obra. O, en todo caso, tiempo y espacio confirman una sola dimensión unificada, haciendo vivir al lector el desplazamiento en el espacio como un viaje en el tiempo. El libro abre con un significativo epígrafe de Lucrecio que da a entender que unos seres se extinguen para hacer lugar a otros.[14] La antropología viene a conceder un paliativo para ese pesimismo lucreciano reduciendo la “ansiedad histórica” que produce la inminente desaparición de las sociedades primitivas. Dice Sontag que para Lévi-Strauss, “el demonio es la historia no el cuerpo ni los apetitos. El pasado, con sus estructuras misteriosamente armoniosas, se quiebra y desmorona ante nuestros ojos. De ahí que los trópicos sean tristes” (p. 93). El autor se niega a diferenciar entre sociedades primitivas e históricas. Las primeras tienen su historia aunque nos sea desconocida, y agrega atacando a Sartre, que la carencia de una “conciencia histórica” no es un modo privilegiado de conciencia. Estas sociedades calientes están dominadas por el demonio del progreso histórico. La utopía sería entonces el descenso de la temperatura histórica, en la medida que haría posible la liberación humana de la dependencia del progreso y su consecuencia directa, la explotación del hombre por el hombre. Lévi-Strauss rechaza la modalidad de la historia como temporalidad lineal, propia del pensamiento moderno, aunque no niega la existencia y ubicuidad del tiempo. En su obra, la problemática del tiempo es mucho más amplia que la de la historia, que generalmente es definida como “conciencia histórica”. Precisamente esta acepción de la historia, según Lévi-Strauss no encaja en el Nuevo Mundo; un mundo al margen de las agitaciones de la historia. Se lamenta entonces que la suerte de América como la del Edén, se derrita ante sus ojos “como nieve al sol”:
“Reducida a una preciosa ínsula, a la par que desde hoy solo pueden entrar allí los privilegiados, se ha transformado en su naturaleza, que de eterna se convirtió en histórica, de metafísica en social. El paraíso de los hombres tal como Colón lo había entrevisto se prolongaba y se abismaba a la vez en la dulzura de vivir, reservada a los ricos.” (p. 60)
La diferencia radical entre América y el viejo continente está inscripta en el tiempo. Por un lado, Lévi-Strauss adopta la concepción del tiempo nativa, viéndose reflejado en ella: recurre a Rousseau o Montaigne como un nativo recurriría a un mito de la Creación. Por otra parte, se sumerge en una temporalidad dinámica, inasible, asociativa, en tanto elemento de la unidad psíquica universal que él comparte con los Bororo. El tiempo aparece bellamente reflejado en agonías como la que revela la “ilusión de lo que ya no existe y que debería existir aún para que pudiéramos escapar a la agobiadora evidencia de que han sido jugados 20.000 años de historia” (p. 26). En otros párrafos Lévi-Strauss se abisma en una angustia temporal que mira al porvenir: “De aquí a unos cien años, en este mismo lugar, otro viajero tan desesperado como yo llorará la desaparición de lo que yo hubiera podido ver y no he visto. Víctima de una doble invalidez, todo lo que percibo me hiere, y me reprocho sin cesar por no haber sabido mirar lo suficiente.” (p. 31).
En muchos momentos Lévi-Strauss indica en sus páginas que los etnógrafos de hoy son los viajeros de ayer y da a entender que su relato de viaje es el compendio de todos los viajes anteriores. Dice que insidiosamente la ilusión le tiende trampas, y para reconstruir cabalmente el exotismo a partir de partículas y residuos desea “haber vivido en el tiempo de los verdaderos viajes, cuando un espectáculo aún no malgastado, contaminado y maldito se ofrecía en todo su esplendor” (p. 31).
Su narrativa hunde raíces en la tradición de los viajeros europeos, especialmente franceses, que llegan a América entre los siglos XVII y XX, de quienes el autor se reconoce heredero. En ese sentido dialoga permanente con un pasado mítico de la modernidad y con el nacimiento mismo de la antropología como preocupación filosófica y humanística. Este viajero filósofo del siglo XX, evoca a sus antepasados Jean de Lery, Jean Cousin, Thevet, Bourgainville, conversa con sus ancestros humanistas, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot. Finalmente lamenta el parcelamiento y la especialización contemporáneos del conocimiento; su propia obra se transforma en una apoteosis de la totalización que, aunque reniega de la fenomenología, es capaz de sumergirse en un mar de sensaciones corporales y afectivas y explorar un universo inagotable de percepciones ligadas a la experiencia irrepetible del viaje, remitiendo a la experiencia del cuerpo cuyas huellas han quedado fragmentadas. Esa infinita gama de tonalidades, de sabores, de imágenes, de aromas, de ritmos invaden la textura de un relato único que se filtra y refina para configurar una estética singular del conocimiento antropológico que resuena lejanamente como un eco del porvenir. He allí el legado que nos queda para construir una ilusión.
REFERENCIAS
[1] Trouillot, Michel 1991 “Anthropology and the Savage Slot. The Poetics and Politics of Otherness”. Recapturing Anthropology. R. Fox (de.). Santa Fe: School of American Research Press. pp.: 17-44.
[2] El problema del otro aparece planteado a nivel filosófico en la obra de Emanuel Levinas. Según este autor, el otro me apela y por eso existo. O en otros términos, existe otro que me antecede. Este argumento es también desarrollado especialmente por el psicoanálisis. Para la discusión del caso americano ver Todorov, Tzvetan 1987 La Conquista de América. La cuestión del otro. México: Siglo XXI.
[3] Lévi-Strauss, Claude 2004 “Las tres fuentes de la reflexión etnológica” en Constructores de otredad. Una introducción a la Antropología Social y Cultural, Boivin, M., Rosato, A. y Arribas, V. Buenos Aires: Antropofagia, p. 23.
[4] Laplantine, François 1993 Aprender Antropología. Sào Pablo: Editorial Brasilense.
[5] Montaigne, Miguel de 1962 Ensayos. Buenos Aires: Aguilar, Vol. 1, p. 217.
[6] Fabian, Johannes 1983 Time and the Other. How Anthropology Makes its Object. New York: Columbia University Press.
[7] Krotz, Esteban 1988 “Viajeros y antropólogos: aspectos históricos y epistemológicos de la producción de conocimientos”. Nueva Antropología 9 (33): 17-52 .
[8] Carvalho, José Jorge de 1993 Antropología: saber académico y experiencia iniciática. Antropológicas-Nueva época 5: 75-86 (p. 81).
[9] Arnd Schneider, A. y C. Wright (ed.) 2006 Contemporary Art and Anthropology. Oxford: Berg.
[10] Pratt, Mary Louise 1997 Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
[11] Lévi-Strauss, Claude 1970 Tristes Trópicos. Buenos Aires: Eudeba.
[12] Geertz, Clifford 1997 El antropólogo como autor. Barcelona: Paidós.
[13] Sontag, Susan 1969 “El antropólogo como héroe”. Contra la Interpretación. Barcelona: Ed. Seix Barral.
[14] “Nec minus ergo ante haec quam tu cecidere, cadentque” (De rerum natura). “No menos que tu, estas generaciones han muerto antes y continuarán muriendo”.
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2000-2007 | Revista Contratiempo | Buenos Aires | Argentina
Directora: Zenda Liendivit
/
Sobre el lenguaje en el periodismo cientifico
Por Manuel Calvo
Número 43
Sueño con un mundo en el que se muriera por una coma
Ciorán
¿Está devaluado el lenguaje?
Cualquier análisis del estilo periodístico debe ir forzosamente
precedida de un recordatorio sobre la necesidad de corrección del
lenguaje y, en lo que se refiere a los países de habla castellana,
la manifestación de un cierto desprecio hacia el lenguaje, de
negativas consecuencias culturales y profesionales. Se pierden el
amor a las palabras y la preocupación no ya por escribir bien,
sino por expresarse correctamente.
Para las nuevas generaciones habría que recordar las conocidas
frases de Pedro Salinas sobre el lenguaje: "Sentiremos mejor lo
que sentimos, pensaremos mejor lo que pensamos, cuanto más
profunda y delicadamente conozcamos sus fuerzas, sus primores,
sus infinitas aptitudes para expresarnos". En su célebre
conferencia sobre "Defensa del Lenguaje", pronunciada el 24 de
mayo de 1944 en la Universidad de Puerto Rico, tiene estas
frases impresionantes, que hoy serían mucho más duras todavía:
¿Tiene derecho ninguna generación a descuidar o
abandonar esta santa misión transmisora de su
lengua, por flojedad o por inconsciencia? ¿Puede una
generación aceptar la cínica postura de legar a sus
hijos menos patrimonio espiritual que el que recibió
de sus padres?
Se ha dicho que la devaluación del lenguaje es tan grande como
la de la moneda. El académico Lázaro Carreter llegaba más lejos:
"Millares de manazas y chapuceros están maltratando el
lenguaje. Basta leer con atención gran parte de lo que se o se
escribe para consumo público: aunque en una ojeada superficial
parezca sano, fijando la mirada se advierte que, en grandes
zonas, el tejido está fofo, exangüe y agusanado".
Aunque ello no sea ningún consuelo, recordemos que este
deterioro idiomático de los medios informativos no afecta
solamente al idioma castellano. Hermann Hesse, refiriéndose al
alemán, hablaba de "masificación degradante" y de "una jerga de
mendigos, empobrecida y piojosa". "Casi una tragedia", añadía.
Grandes escritores, en todos los tiempos, han expresado sus
quejas y sus protestas por el deterioro de sus respectivos
idiomas. En nuestro siglo, y fuera de España, uno de los más
constantes y duros ha sido Ernst Jünger. En Eumeswill (1977)
clama: "La decadencia del lenguaje no es tanto una enfermedad
cuanto un síntoma. Se estanca el agua de la vida. La palabra
tiene todavía significación, pero no sentido. Es cada vez más
Febrero - Marzo
2005
Carr. Lago de
Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.
Tels. (52)(55) 58645613
Fax. (52)(55) 58645613
Cómo Combatir el Deterioro
del Idioma
Cómo Combatir el Deterioro del Idioma http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n43/mcalvo.html
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desplazada por las cifras. Es incapaz de poesía, ineficaz para la
oración. Los placeres groseros sustituyen a los del espíritu".
Jünger se queja de quienes se sienten llamados a despojar de su
follaje a la lengua y a prestigiar la jerga. "Y así, con el pretexto
de facilitar la comunicación, despojan al pueblo de su lengua".
No es necesario recordar que estos juicios de Jünger están
pensados para el alemán, donde -según me hace ver Emilio
Lorenzo- un prefijo separable de la oración principal puede
aparecer varias líneas más abajo si se incluyen oraciones
subordinadas (de relativo u otras).
El castellano -por lo menos en España- atraviesa una era de
abandono y anarquía: enseñanza deficiente, descuido en los
medios informativos, traducciones infames, muletillas y palabras
que no son signo de vitalidad, sino de incultura, y otros males
(Alfonso de la Serna).
Sintaxis defectuosa, pobreza de vocabulario, plurales bárbaros,
uso defectuoso de palabras como "alternativa", "compromiso", y
hasta "restar", desgaste de vocablos como "trascendental" y de
expresiones como "en profundidad", gerundios mal empleados,
desconocimiento de la función sintáctica de las preposiciones (el
"dequeísmo", etc.) , anglicismos ("sponsor", "nominación" y
centenares más), destrucción de la frontera silábica, exceso de
adjetivos y abundancia de tópicos, sintaxis "intransitable", que
diría García Márquez, son algunos de los males de nuestro
idioma.
En suma, un español deleznable, limitado, empobrecido,
monótono, en cuyo uso habitual declinan la metáfora, la riqueza
del léxico e incluso el bueno gusto. Nuestro idioma vive "como si
fuera una lengua amputada, agredida desde los medios de
comunicación, desde el Parlamento y desde la vida cotidiana"
(editorial de "El País", 7-12-1991).
Para el gramático y académico Rafael Lapesa, el mal verdadero
de nuestro uso lingüístico consiste en "la incorrección, la
chapucería, fomentadas por la prisa y la incultura", y que tiene su
origen en la deficiencia de la formación escolar. Para García
Yebra, el galicismo en nuestra lengua es no sólo léxico y
sintáctico, sino prosódico y morfológico.
¿Será posible que, en este campo, hayamos retrocedido? En
otros tiempos, como recuerda Francisco Ayala, la expresión
gramaticalmente correcta era cuestión de cortesía y de
urbanidad, de la que nadie se dispensaba en público. Y mucho
antes, Luis Vélez de Guevara, en su clásico El diablo cojuelo
critica con gran ingenio los errores idiomáticos de la época y cita
ejemplos de pobreza de lenguaje:
porque un consonante obliga
a lo que el hombre no piensa.
Por otra parte, no todos los expertos son pesimistas. En cuanto al
panorama general, el catedrático y académico Emilio Lorenzo me
justificaba en una carta la situación actual porque ahora son
miles los protagonistas que llegan a las tribunas, sean de la
radio, la televisión o meras "Cartas al director". ¿Cuándo han
tenido acceso los "analfabetos funcionales" a un auditorio de
millones de espectadores o radioyentes? Nada digamos -añadede
los ases del balón, los premiados en la lotería o los
Cómo Combatir el Deterioro del Idioma http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n43/mcalvo.html
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encuestados sobre la Unión Europea.
En cuanto a los periodistas, llamamientos y recriminaciones no
han tenido hasta ahora demasiado fruto, salvo en casos
ejemplares, pero aislados, como la creación del Departamento de
Español Urgente en la Agencia EFE. Se trata de un problema
grave, sobre todo si se relaciona con opiniones como la del
académico Manuel Alvar, para quien el porvenir de la lengua está
en manos de los periodistas y no de los profesores.
Otro estamento de gran influencia social y de mala conducta
idiomática suele ser el de los políticos y los funcionarios de la
Administración. En este sentido se registran algunos esfuerzos,
como la publicación de un Manual de estilo del lenguaje
administrativo (Ministerio para las Administraciones Públicas,
Madrid, 1991).
Las palabras y la lengua
Hay que decir algo sobre las palabras, que son no sólo la primera
invención del hombre, y quizá la más grandiosa, sino en este
caso nuestra herramienta de trabajo, y no sólo en la prensa
escrita, sino también en radio y televisión.
Preocupa esta cuestión a los periodistas y los medios de
información, pero debería preocuparnos a todos, aunque hemos
de reconocer que son minoría los interesados por esta cuestión,
vital para alguien cuyo oficio es expresarse.
Entre nosotros, vale la pena recordar a Ramón Gómez de la
Serna, uno de nuestros hacedores del idioma en el siglo XX. Para
Ramón, la palabra no es sólo lo que se oye, sino lo que se ve, lo
que se huele y hasta lo que se toca, y la palabra es
independiente del hombre, tiene vida propia.
Sería un ejercicio útil y enriquecedor analizar los distintos
conceptos y matices, a veces contradictorios, que esconden
palabras tan aparentemente unívocas como "revolución",
"libertad", "democracia", "pacifismo". "socialismo", "raza",
"colonialismo", "subdesarrollo", "tercer mundo", "libre comercio",
"explotación" y hasta "federalismo". "Como símbolo, la Torre de
Babel es intemporal", decía Arthur Koestler. La manipulación
semántica y la utilización de las ambigüedades del vocabulario
pueden explicarnos que muchas veces la palabra no nos remita al
objeto o a la realidad, sino a la imagen que cada uno de nosotros
tenemos de ellos.
En el periodismo, el lenguaje sufre también lo que se han
llamado "escondites" y que no son otra cosa que ocultaciones de
realidades, telones o cortinas que se interponen entre la realidad
y su expresión. Y ello puede no suceder por voluntad de quien se
expresa, sino por esa dinámica de la lengua, que hace que
muchas palabras e vacíen de contenido por el uso, mientras
surgen otras lozanas y recién estrenadas.
Quizá por estas razones se dice que las palabras son más
poderosas que los hechos. "Una palabra queda, un hecho pasa",
escribe, jugando a la paradoja, Joseph Roth, y remacha: "Los
hechos y las acciones son meros fantasmas en comparación con
la realidad, y, sobre todo, con la realidad sobrenatural de la
palabra".
El estudioso y académico Emilio Lorenzo afirma que el español
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está lleno de verbos maravillosos, sin paralelo en otras lenguas:
ensimismarse, desvivirse, escarmentar, etc.
Oscar Handlin ha puesto ejemplos de palabras cuyo significado se
explica por su contrario: así, en Estados Unidos, "blanco" significa
"no negro". Las palabras suelen ser producto de la historia o de
los conflictos de raza, religión, ideología, etc. Aunque Handlin se
refiere a la historia, sus observaciones nos sirven a quienes
hemos de enfrentarnos con problemas de expresión.
Objetivos actuales
Un texto legal estableció en España las enseñanzas mínimas de la
secundaria:
1. Capacidad de expresarse oralmente y por escrito mediante
discursos coherentes, correctos, creativos y adecuados a las
diversas situaciones de comunicación y a las diferentes
finalidades comunicativas.
2. Comprender discursos orales y escritos científicos, culturales,
técnicos, etcétera, atendiendo a las peculiaridades comunicativas
de cada uno de ellos.
3. Observar la situación lingüística -de la propia comunidad, de
España y del mundo- y estudiar las relaciones entre las diversas
lenguas del país y sus variedades como manifestaciones de su
naturaleza sociohistórica, para favorecer una actitud consciente y
respetuosa con la riqueza plurilingüe y pluricultural.
4. Utilizar y valorar el lenguaje oral y escrito como medio eficaz
para la comunicación interpersonal, para la adquisición de nuevos
aprendizajes, para la comprensión y análisis de la realidad y para
la organización racional de la acción.
5. Reflexionar sobre los distintos componentes de la lengua y
sobre el propio uso, analizando y corrigiendo las propias
producciones lingüísticas y empleando en ello los conceptos y
procedimientos adecuados.
6. Interpretar y valorar críticamente obras literarias, identificando
los elementos que configuran su naturaleza artística,
descubriendo en ellas el uso creativo de la lengua,
relacionándolas con una tradición cultural y reconociendo las
condiciones sociales de su producción y recepción.
Los tres últimos párrafos se refieren al conocimiento y valoración
de la literatura española.
Normas básicas de carácter general
Ante la imposibilidad de referirme en su integridad a un tema tan
vasto y tan complejo, he tratado de resumir algunas normas
básicas. En la bibliografía final figuran algunos textos para
quienes deseen ampliar una cuestión de tanta trascendencia en la
Comunicación, y especialmente en la comunicación de la ciencia
al público.
-En primer lugar, buscar la comprensión generalizada. Cualquier
tipo de comunicación periodística será inútil si su expresión no
coincide con el código del receptor, no sólo en lo que se refiere al
lenguaje, sino a la realidad del contexto socio?cultural en que se
produce. Como consecuencia, debe procurarse utilizar un habla
unívoca, lo menos ambigua posible, de estructura sintáctica
racional, y tratar de evitar o reducir a lo indispensable el uso de
adjetivos.
-La primera condición que la lógica impone al lenguaje es la de
ser claro y evitar la imprecisión. Una lengua puede utilizar la
ambigüedad como un recurso estilístico pero no puede ser
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imprecisa porque entonces se produce un vacío comunicativo, y
si la lengua es algo, es un sistema de comunicación (García
Domínguez, Seminario sobre El Neologismo Necesario). En este
sentido, debe tenerse en cuenta la polisemia (una palabra con
varios significados), ya que puede ser causa de ambigüedad y
prestarse a equívocos.
-Consejos de Bertrand Russell: 1º Si basta una palabra corta, no
emplear una larga. 2º Si se quiere emitir un juicio con muchas
especificaciones, deben escribirse algunas de estas en frases
separadas. 3º Evitar que el principio de la frase induzca al lector
a esperar algo que se contradiga al final con ella.
-Tener en cuenta que la acción sólo puede ser expresada por un
sujeto, un verbo y un complemento, incluso el adjetivo retrasa el
avance, reduce el brío y a veces el ritmo. En la frase enunciativa,
si consta de tres elementos, el verbo suele colocarse intercalado
y de los otros dos precede uno (el de mayor interés) y los demás
van al final.
No obstante, la construcción de la frase castellana goza de
holgura y libertad y el orden de las palabras puede depender más
de la idea o del hecho que quieran expresarse que de la rigidez
gramatical, siempre que no se conculquen las normas que
modifican el sentido de la frase y dicen, por tanto, lo contrario de
lo que queríamos decir.
-Combatir la monotonía y el tópico. Tratar de encontrar, como
aconseja Mario Benedetti, un sustantivo que nunca había
colindado con un adjetivo cualquiera; el hallazgo de una sola
palabra que transforma un lugar común en un lugar
extraordinario; la novedad de una sensación o, mejor aún, la
manera nueva de expresar una sensación trillada y hasta la
invención de una palabra.
-En el lenguaje periodístico hay que procurar la economía de
expresión y evitar el pleonasmo, la redundancia, lo superfluo, si
queremos alcanzar eficiencia y concisión. Pero sin
extremosidades, ya que la concisión máxima suele equivaler a
ambigüedad y la efectividad de una comunicación depende tanto
de que ésta sea breve como de que sea inequívoca. Como en la
función empresarial, es necesario conseguir la máxima eficacia
con el mínimo coste. Es cierto que la riqueza de vocabulario es
cualidad positiva del periodista y del escritor, pero también lo es
que con un mínimo de voces y de giros pueden expresarse
muchos matices.
El neologismo es un cambio reciente en las lenguas, afectadas,
como toda creación social, por una mutabilidad que le da vida y
permanencia, y singularmente en esta era de innovación
científica y tecnológica. Los neologismos pueden ser útiles, pero
también superfluos, y debe buscarse, en los resquicios del
diccionario, si existe algún vocablo anticuado que pueda sustituir
al recién llegado.
Ante los términos científicos y técnicos -recuerda Lázaro
Carreter-, se han desarrollado dos actitudes principales: una,
apropiárselos sin más, y decir by-pass, leasing o hardware, lo
cual se corresponde con una actitud pasiva y diríase que
acríticamente rendida ante el superior modelo norteamericano
(posición dominante entre nosotros) y otra, presentar cara ante
tal superioridad con una cierta arrogancia y tratando de
nacionalizar los tecnicismos extranjeros.
-Tengamos siempre a mano la herramienta básica, el diccionario,
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que no es, como se dice a veces, un cementerio de palabras, sino
un arsenal, una guía, una orientación, un código de referencia,
una garantía e incluso un libro de lectura.
-Periodistas experimentados ofrecen estos criterios sobre el estilo
periodístico, recogidos por la Sociedad Interamericana de Prensa:
* Escribir frases cortas.
* Preferir lo simple a lo complicado.
* Preferir lo concreto y desechar lo abstruso.
* Usar palabras comunes.
* Omitir palabras innecesarias.
* Emplear verbos en voz activa.
* Redactar con sencillez, naturalmente.
-Habría de añadirse el cuidado con el mal uso de gerundios,
preposiciones, relativos, etc. Recordemos que el diccionario de la
Real Academia llama "gerundiano" al estilo "hinchado y ridículo" y
que una segunda acepción de la palabra "gerundio", (advirtiendo
que es voz en desuso) en este mismo diccionario, dice así:
"Persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando
inoportunamente erudición e ingenio".
-Debe tenerse en cuenta, asimismo, que el idioma no se aprende
por mera impregnaciòn del ambiente, por simple contagio. Como
aconseja el Manual de español urgente, editado por la Agencia
Efe, se debe estudiar poniendo atención en la lectura de buenos
escritores, y desconfiando del propio conocimiento.
-El mexicano Fernando del Río afirma algo que pudiéramos
suscribir muchos de quienes hemos dedicado la vida al
periodismo, si bien debe tenerse en cuenta que puede no ser
adecuado para todos, ya que cada uno se va creando sus
métodos, sus sistemas y hasta sus manías:
Perdamos el miedo a escribir; no nos quedemos
viendo la hoja de papel en blanco porque "no
sabemos cómo empezar". Sencillamente, escribamos
lo que pensamos en ese momento, tal como se nos
venga a la mente. Las mejoras vendrán con la
corrección y la revisión del texto... El único secreto
de la buena redacción ni siquiera es secreto: es
corregir una y otra vez.
-Ernst Jünger, en sus Radiaciones. Diarios de la Segunda Guerra
Mundial, intercala con frecuencia observaciones sobre el estilo.
He aquí algunos ejemplos, en los casos en que, aun habiendo
formulado tales observaciones para el idioma alemán, son
aplicables al castellano y a los abusos que cometemos:
* El uso del punto y coma, que considera el sustituto necesario
del punto en aquellos casos en que la frase prosigue su marcha
lógica.
* La defensa del sustantivo (en ello coincide con Azorín), que es,
"en todos los casos", más enérgico que el empleo de formas
verbales. En general, afirma, poseen más fuerza los verbos que
se derivan de sustantivos; por el contrario, los sustantivos
derivados de formas verbales son más flojos.
* Elogio de la exigencia de Schopenhauer de no introducir frases
de relativo en la frase principal, sobre todo por lo que se refiere a
la conducción clara y lógica de los pensamientos y a su
secuencia. En cambio, la presentación de imágenes y la
participación en ella puede incrementarse incluso con la inserción
de frases de relativo.
* El uso del pluscuamperfecto durante párrafos largos hace
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leñoso, rígido el texto. Es recomendable contentarse con el
imperfecto, a costa de la exactitud gramatical, y hacer sonar de
vez en cuando el pluscuamperfecto.
Sugerencias para informar sobre el conocimiento
Además de otros recursos son útiles otras posibilidades ofrecidas
por el lenguaje, como la metáfora, la hipérbole, la analogía, la
transposición, la parábola, la ironía. Aquí se habla de algunos de
ellos. Debe tenerse en cuenta que a veces estas clasificaciones
tienen propósitos didácticos y pueden no responder a la realidad,
ya que en unos casos se solapan (como les gusta decir a los
ingenieros) y en otros son tan tenues las diferencias y los límites
que pueden confundirse y en ocasiones ser conceptos
equivalentes. Ante todo, unas breves definiciones.
ANALOGIA: relación de semejanza.
METAFORA: traslado de sentido por sustitución analógica.
PARADOJA: algo que va en contra de la opinión común o de lo
establecido.
TRANSPOSICION: figura que consiste en alterar el orden normal
de las voces en la oración, pero que aquí se utiliza con un sentido
más amplio: trasladar hechos o conceptos a otras áreas del
pensamiento o de la acción y a conceptos o magnitudes
familiares para el hombre medio y que ayudan a la comprensión.
En mi vida profesional he escuchado imágenes que me han
llamado la atención. Por ejemplo, si los fragmentos de ADN
pudieran estirarse sin romperse, sólo el de uno de nosotros sería
suficiente para ir al Sol y volver.
El científico y divulgador David Suzuki, canadiense, que trabajó
durante tres decenios sobre la mosca del vinagre, llega a la
conclusión de que, en gran medida, los cambios que se producen
en nuestras vidas son similares a las diferentes etapas por las
que atraviesa la vida de una mosca: legado genético, óvulo
inicial, recién nacido, fases de maduración, etc.
Hay metáforas y paradojas muy válidas para la explicación de los
hechos científicos. Los autores de Une logique de la
communication (1967) dan la siguiente definición de paradoja:
una contradicción que se plantea al concluir una deducción
correcta a partir de premisas consistentes. Ortega dedica un
capítulo a la metáfora en su Ensayo de estética, y para predicar
con el ejemplo llama a la metáfora "bomba atómica mental".
Jurdant cita algunas de ellas: "metales que no existen aún"
(¿còmo se puede hablar de cosas que no existen?), "soñar antes
de nacer", "el álgebra de lo imposible", "los rayos cósmicos,
mensajeros de la galaxia", "la luz de mañana es ya sólida"
(combinación de dos paradojas), etc. Borges afirma, quizá con
alguna exageración, que las metáforas realmente eficaces son
siempre las mismas: la comparación del paso del tiempo con un
río y de la muerte con el sueño. Pablo Neruda y Federico García
Lorca son también maestros en el uso de la metáfora.
En cierta ocasión, Einstein respondió a un entrevistador con esta
metáfora: "Somos como un muchachito que entra en una
biblioteca inmensa, cuyas paredes están cubiertas de libros
escritos en muchas lenguas distintas. El niño sabe que alguien ha
de haberlos escrito, pero no sabe ni quién ni cómo. Tampoco
comprende los idiomas en los que están escritos. Pero observa un
orden claro en su clasificación, un plan misterioso que no
comprende pero que sospecha vagamente. Esta es en mi opinión
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la actitud frente a Dios de la mente humana, incluso de la mejor
y más preparada" (Gardner, 1989).
Para terminar con este epígrafe, un consejo de amigo a los
lectores: que relean Alturas de Machu Picchu, de Neruda (una de
las más impresionantes colecciones de metáforas en nuestra
lengua) y la Historia de la eternidad, de Borges, donde se
registran preciosas metáforas.
Las transposiciones, las reducciones de hechos y cifras a escalas
más accesibles a nuestra comprensión y a nuestra imaginación,
sirven para llegar mejor al público. La referencia a conceptos o
magnitudes que sean de conocimiento público o con los que el
hombre medio esté familiarizado, ayudará a la comprensión. He
aquí un ejemplo de cómo se consiguió, hace algunos años,
ofrecer ciertas nociones válidas sobre la distribución de razas y
religiones en el mundo:
Reduzcamos el mundo a una aldea de cien
habitantes. Los blancos serán 31 y los no blancos,
69. Habría 33 cristianos (23 católicos y 10
protestantes), y los otros 67 serían judíos,
musulmanes, budistas, hindúes, sintoístas y otros no
cristianos (Thomas Patrick Melady, conferencia en
Madrid, 28-3-1966).
Otro ejemplo de transposiciones e imágenes, que podría
considerarse también como metáfora e incluso como analogía,
corresponde a un Premio Nobel, el argentino Luis F. Leloir. He
aquí cómo explica, para el público, el mecanismo por el cual los
azúcares se transforman, son asimilados y proveen de energía a
las células del organismo: "Imagine usted una carretilla (el medio
de transporte, la uridina difosfato) llevando carbón (la energía, la
glucosa) que puede quemarse o acumularse en la
carbonería?hígado. En la práctica, consiste en el proceso por el
cual los alimentos, una vez ingeridos por los animales o el
hombre, se transforman en glucosa. (Entrevista en "La Nación,
de Buenos Aires, 15-11-1970).
El propio Einstein imaginó y estableció algunas paradojas en
relación con sus descubrimientos. Una de las curiosidades más
repetidas es una quintilla sobre la relatividad. En ella, a la
paradoja se añade la personificación, que en ocasiones puede ser
una metáfora:
Había una joven llamada Bright,
que viajaba mucho más aprisa que la luz.
Un día partió
por el camino de la Relatividad
y volvió la noche anterior.
Consejos de los maestros
Anoto aquí productos de reflexiones, lecturas, etc. que he creído
que pueden ser útiles para cumplir esta tarea de escribir ciencia,
que es tarea de escribir.
Sé muy bien que escribir es difícil, y que se da en muy pocos
elegidos de los dioses, pero todos debemos aspirar a ello. Escribir
no es sólo juntar y relacionar palabras, sino comunicar
sugestivamente ideas y sensaciones. Utilizando la antigua
imagen, del mismo modo que el alfarero convierte en formas
artísticas un barro que los demás nos limitamos a quitarnos de
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los zapatos, el escritor se vale de un material que está al alcance
de todos, las palabras, pero será escritor de verdad, y no mero
escribidor, si posee "la aptitud de dar a un texto la más alta
comunicabilidad emocional" (Pierre Rer, Una temporada con
Lacan).
* Lightman (1991) aconseja escribir sobre la ciencia de modo
que el resultado sea arte y para ello debemos establecer ambas
conexiones.
* En su deliciosa Historia del cerco de Lisboa, Saramago escribe
esta frase aparentemente paradójica: "...añadiéndole parte
suficiente de imaginación para hacerla más auténtica y real". Se
habla con frecuencia de la imaginación del científico y del escritor,
pero menos de la imaginación del periodista, y también la
necesita en ciertos casos.
* Describir, más que escribir, exige, como mínimo, por parte del
autor, tiempo de escritura (de hacer memoria) y de disipación de
otro interés que no sea el de la libertad y la emoción de conjugar
en un texto recreación, aventura, belleza y conocimiento.
* Un ejemplo de léxico, entre nosotros, es el de Miguel Delibes.
Torrente Ballester ha dicho de él: "Delibes se echa al campo con
su escopeta y su can, y sabe nombrar lo que le rodea, lo que le
acompaña, lo que le sale al paso. No es de los que dicen
"pájaro", "hierba", "bicho", sino que llama a cada cosa por su
nombre". Llamar a cada cosa por su nombre es, en periodismo,
uno de los más válidos objetivos, y en su vertiente de difusión de
la ciencia, un ideal al que creo que todos deberíamos tratar de
acercarnos.
Pero esto no es tarea fácil, ya que topamos con la famosa
polisemia, que se da en la lengua, pero no en el habla. En
cualquier idioma, hay palabras con sentidos muy diversos. Son
válidas, en parte, para los periodistas las proposiciones que
Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus, y que
fueron escritas dentro de un análisis de la estructura lógica del
lenguaje y refiriéndose al campo de la ciencia (Küng, 1979):
I. Lo que se puede en general decir, se puede decir claramente.
II. De lo que no se puede hablar, se debe callar.
Y se relaciona con esta frase de Herder a Hamann, citada por
Ernst Jünger en su libro La Tijera (1990): "Cuando mis ojos sean
claros, lo será también mi estilo".
Ello implica dominar el tema y el léxico, en toda su complejidad
semántica. Cuando ello ocurra, el escritor será capaz de
encontrar otras palabras equivalentes y esto sirve como test para
saber si el periodista ha entendido el tema o no. En el primer
caso, puede encontrar equivalencias semánticas de palabras (lo
que los lingüistas llaman "capacidad de reformulación").
Ello plantea el problema del neologismo. Las lenguas se renuevan
constantemente y lo que debe evitarse no es el enriquecimiento,
sino el empobrecimiento. Ya Feijoo observaba que la censura a la
introducción de voces nuevas o extrañas se debe a que "hay muy
pocas manos que tengan la destreza necesaria para hacer esa
mezcla" (se refiere a las combinaciones nuevas o desusadas).
Referencias:
Calvo Hernando, Manuel: Periodismo Científico. Paraninfo. Madrid. 1977; 2ª,edición,
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1992.
----- El neologismo necesario. Fundación EFE, Madrid, 1992.
Gardner, Martín: Los porqués de un escriba filósofo. Tusquets, Barcelona, 1989.
Jünger, Ernst: Eumeswill. Seix Barral, Barcelona, 1980; Radiaciones. Diarios de la
Segunda Guerra Mundial. Vol. 2. Tusquets Editores, Barcelona, 1992.
Manual de Español Urgente. Agencia Efe-Ediciones Cátedra. Madrid, 1987.
"Manual de Estilo". Centro Técnico de la Sociedad Interamericana de Prensa. Nueva
York, 1965. Hoy, las grandes empresas informativas publican o actualizan sus libros
de estilo.
Russell, Bertrand: Retratos de memoria y otros ensayos. Alianza Editorial. Madrid,
1976.
Sábato, Ernesto: Uno y el Universo. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1952.
Salinas, Pedro: El Defensor. Alianza Editorial, Madrid, 1967.
Saramago, José: Historia del cerco de Lisboa. Seix Barral, Barcelona, 1990.
Suzuki, David: Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.
Dr. Manuel Calvo Hernando
Presidente de Honor de la Asociación Española de Periodismo Científico, España
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Número 43
Sueño con un mundo en el que se muriera por una coma
Ciorán
¿Está devaluado el lenguaje?
Cualquier análisis del estilo periodístico debe ir forzosamente
precedida de un recordatorio sobre la necesidad de corrección del
lenguaje y, en lo que se refiere a los países de habla castellana,
la manifestación de un cierto desprecio hacia el lenguaje, de
negativas consecuencias culturales y profesionales. Se pierden el
amor a las palabras y la preocupación no ya por escribir bien,
sino por expresarse correctamente.
Para las nuevas generaciones habría que recordar las conocidas
frases de Pedro Salinas sobre el lenguaje: "Sentiremos mejor lo
que sentimos, pensaremos mejor lo que pensamos, cuanto más
profunda y delicadamente conozcamos sus fuerzas, sus primores,
sus infinitas aptitudes para expresarnos". En su célebre
conferencia sobre "Defensa del Lenguaje", pronunciada el 24 de
mayo de 1944 en la Universidad de Puerto Rico, tiene estas
frases impresionantes, que hoy serían mucho más duras todavía:
¿Tiene derecho ninguna generación a descuidar o
abandonar esta santa misión transmisora de su
lengua, por flojedad o por inconsciencia? ¿Puede una
generación aceptar la cínica postura de legar a sus
hijos menos patrimonio espiritual que el que recibió
de sus padres?
Se ha dicho que la devaluación del lenguaje es tan grande como
la de la moneda. El académico Lázaro Carreter llegaba más lejos:
"Millares de manazas y chapuceros están maltratando el
lenguaje. Basta leer con atención gran parte de lo que se o se
escribe para consumo público: aunque en una ojeada superficial
parezca sano, fijando la mirada se advierte que, en grandes
zonas, el tejido está fofo, exangüe y agusanado".
Aunque ello no sea ningún consuelo, recordemos que este
deterioro idiomático de los medios informativos no afecta
solamente al idioma castellano. Hermann Hesse, refiriéndose al
alemán, hablaba de "masificación degradante" y de "una jerga de
mendigos, empobrecida y piojosa". "Casi una tragedia", añadía.
Grandes escritores, en todos los tiempos, han expresado sus
quejas y sus protestas por el deterioro de sus respectivos
idiomas. En nuestro siglo, y fuera de España, uno de los más
constantes y duros ha sido Ernst Jünger. En Eumeswill (1977)
clama: "La decadencia del lenguaje no es tanto una enfermedad
cuanto un síntoma. Se estanca el agua de la vida. La palabra
tiene todavía significación, pero no sentido. Es cada vez más
Febrero - Marzo
2005
Carr. Lago de
Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
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Tels. (52)(55) 58645613
Fax. (52)(55) 58645613
Cómo Combatir el Deterioro
del Idioma
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desplazada por las cifras. Es incapaz de poesía, ineficaz para la
oración. Los placeres groseros sustituyen a los del espíritu".
Jünger se queja de quienes se sienten llamados a despojar de su
follaje a la lengua y a prestigiar la jerga. "Y así, con el pretexto
de facilitar la comunicación, despojan al pueblo de su lengua".
No es necesario recordar que estos juicios de Jünger están
pensados para el alemán, donde -según me hace ver Emilio
Lorenzo- un prefijo separable de la oración principal puede
aparecer varias líneas más abajo si se incluyen oraciones
subordinadas (de relativo u otras).
El castellano -por lo menos en España- atraviesa una era de
abandono y anarquía: enseñanza deficiente, descuido en los
medios informativos, traducciones infames, muletillas y palabras
que no son signo de vitalidad, sino de incultura, y otros males
(Alfonso de la Serna).
Sintaxis defectuosa, pobreza de vocabulario, plurales bárbaros,
uso defectuoso de palabras como "alternativa", "compromiso", y
hasta "restar", desgaste de vocablos como "trascendental" y de
expresiones como "en profundidad", gerundios mal empleados,
desconocimiento de la función sintáctica de las preposiciones (el
"dequeísmo", etc.) , anglicismos ("sponsor", "nominación" y
centenares más), destrucción de la frontera silábica, exceso de
adjetivos y abundancia de tópicos, sintaxis "intransitable", que
diría García Márquez, son algunos de los males de nuestro
idioma.
En suma, un español deleznable, limitado, empobrecido,
monótono, en cuyo uso habitual declinan la metáfora, la riqueza
del léxico e incluso el bueno gusto. Nuestro idioma vive "como si
fuera una lengua amputada, agredida desde los medios de
comunicación, desde el Parlamento y desde la vida cotidiana"
(editorial de "El País", 7-12-1991).
Para el gramático y académico Rafael Lapesa, el mal verdadero
de nuestro uso lingüístico consiste en "la incorrección, la
chapucería, fomentadas por la prisa y la incultura", y que tiene su
origen en la deficiencia de la formación escolar. Para García
Yebra, el galicismo en nuestra lengua es no sólo léxico y
sintáctico, sino prosódico y morfológico.
¿Será posible que, en este campo, hayamos retrocedido? En
otros tiempos, como recuerda Francisco Ayala, la expresión
gramaticalmente correcta era cuestión de cortesía y de
urbanidad, de la que nadie se dispensaba en público. Y mucho
antes, Luis Vélez de Guevara, en su clásico El diablo cojuelo
critica con gran ingenio los errores idiomáticos de la época y cita
ejemplos de pobreza de lenguaje:
porque un consonante obliga
a lo que el hombre no piensa.
Por otra parte, no todos los expertos son pesimistas. En cuanto al
panorama general, el catedrático y académico Emilio Lorenzo me
justificaba en una carta la situación actual porque ahora son
miles los protagonistas que llegan a las tribunas, sean de la
radio, la televisión o meras "Cartas al director". ¿Cuándo han
tenido acceso los "analfabetos funcionales" a un auditorio de
millones de espectadores o radioyentes? Nada digamos -añadede
los ases del balón, los premiados en la lotería o los
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encuestados sobre la Unión Europea.
En cuanto a los periodistas, llamamientos y recriminaciones no
han tenido hasta ahora demasiado fruto, salvo en casos
ejemplares, pero aislados, como la creación del Departamento de
Español Urgente en la Agencia EFE. Se trata de un problema
grave, sobre todo si se relaciona con opiniones como la del
académico Manuel Alvar, para quien el porvenir de la lengua está
en manos de los periodistas y no de los profesores.
Otro estamento de gran influencia social y de mala conducta
idiomática suele ser el de los políticos y los funcionarios de la
Administración. En este sentido se registran algunos esfuerzos,
como la publicación de un Manual de estilo del lenguaje
administrativo (Ministerio para las Administraciones Públicas,
Madrid, 1991).
Las palabras y la lengua
Hay que decir algo sobre las palabras, que son no sólo la primera
invención del hombre, y quizá la más grandiosa, sino en este
caso nuestra herramienta de trabajo, y no sólo en la prensa
escrita, sino también en radio y televisión.
Preocupa esta cuestión a los periodistas y los medios de
información, pero debería preocuparnos a todos, aunque hemos
de reconocer que son minoría los interesados por esta cuestión,
vital para alguien cuyo oficio es expresarse.
Entre nosotros, vale la pena recordar a Ramón Gómez de la
Serna, uno de nuestros hacedores del idioma en el siglo XX. Para
Ramón, la palabra no es sólo lo que se oye, sino lo que se ve, lo
que se huele y hasta lo que se toca, y la palabra es
independiente del hombre, tiene vida propia.
Sería un ejercicio útil y enriquecedor analizar los distintos
conceptos y matices, a veces contradictorios, que esconden
palabras tan aparentemente unívocas como "revolución",
"libertad", "democracia", "pacifismo". "socialismo", "raza",
"colonialismo", "subdesarrollo", "tercer mundo", "libre comercio",
"explotación" y hasta "federalismo". "Como símbolo, la Torre de
Babel es intemporal", decía Arthur Koestler. La manipulación
semántica y la utilización de las ambigüedades del vocabulario
pueden explicarnos que muchas veces la palabra no nos remita al
objeto o a la realidad, sino a la imagen que cada uno de nosotros
tenemos de ellos.
En el periodismo, el lenguaje sufre también lo que se han
llamado "escondites" y que no son otra cosa que ocultaciones de
realidades, telones o cortinas que se interponen entre la realidad
y su expresión. Y ello puede no suceder por voluntad de quien se
expresa, sino por esa dinámica de la lengua, que hace que
muchas palabras e vacíen de contenido por el uso, mientras
surgen otras lozanas y recién estrenadas.
Quizá por estas razones se dice que las palabras son más
poderosas que los hechos. "Una palabra queda, un hecho pasa",
escribe, jugando a la paradoja, Joseph Roth, y remacha: "Los
hechos y las acciones son meros fantasmas en comparación con
la realidad, y, sobre todo, con la realidad sobrenatural de la
palabra".
El estudioso y académico Emilio Lorenzo afirma que el español
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está lleno de verbos maravillosos, sin paralelo en otras lenguas:
ensimismarse, desvivirse, escarmentar, etc.
Oscar Handlin ha puesto ejemplos de palabras cuyo significado se
explica por su contrario: así, en Estados Unidos, "blanco" significa
"no negro". Las palabras suelen ser producto de la historia o de
los conflictos de raza, religión, ideología, etc. Aunque Handlin se
refiere a la historia, sus observaciones nos sirven a quienes
hemos de enfrentarnos con problemas de expresión.
Objetivos actuales
Un texto legal estableció en España las enseñanzas mínimas de la
secundaria:
1. Capacidad de expresarse oralmente y por escrito mediante
discursos coherentes, correctos, creativos y adecuados a las
diversas situaciones de comunicación y a las diferentes
finalidades comunicativas.
2. Comprender discursos orales y escritos científicos, culturales,
técnicos, etcétera, atendiendo a las peculiaridades comunicativas
de cada uno de ellos.
3. Observar la situación lingüística -de la propia comunidad, de
España y del mundo- y estudiar las relaciones entre las diversas
lenguas del país y sus variedades como manifestaciones de su
naturaleza sociohistórica, para favorecer una actitud consciente y
respetuosa con la riqueza plurilingüe y pluricultural.
4. Utilizar y valorar el lenguaje oral y escrito como medio eficaz
para la comunicación interpersonal, para la adquisición de nuevos
aprendizajes, para la comprensión y análisis de la realidad y para
la organización racional de la acción.
5. Reflexionar sobre los distintos componentes de la lengua y
sobre el propio uso, analizando y corrigiendo las propias
producciones lingüísticas y empleando en ello los conceptos y
procedimientos adecuados.
6. Interpretar y valorar críticamente obras literarias, identificando
los elementos que configuran su naturaleza artística,
descubriendo en ellas el uso creativo de la lengua,
relacionándolas con una tradición cultural y reconociendo las
condiciones sociales de su producción y recepción.
Los tres últimos párrafos se refieren al conocimiento y valoración
de la literatura española.
Normas básicas de carácter general
Ante la imposibilidad de referirme en su integridad a un tema tan
vasto y tan complejo, he tratado de resumir algunas normas
básicas. En la bibliografía final figuran algunos textos para
quienes deseen ampliar una cuestión de tanta trascendencia en la
Comunicación, y especialmente en la comunicación de la ciencia
al público.
-En primer lugar, buscar la comprensión generalizada. Cualquier
tipo de comunicación periodística será inútil si su expresión no
coincide con el código del receptor, no sólo en lo que se refiere al
lenguaje, sino a la realidad del contexto socio?cultural en que se
produce. Como consecuencia, debe procurarse utilizar un habla
unívoca, lo menos ambigua posible, de estructura sintáctica
racional, y tratar de evitar o reducir a lo indispensable el uso de
adjetivos.
-La primera condición que la lógica impone al lenguaje es la de
ser claro y evitar la imprecisión. Una lengua puede utilizar la
ambigüedad como un recurso estilístico pero no puede ser
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imprecisa porque entonces se produce un vacío comunicativo, y
si la lengua es algo, es un sistema de comunicación (García
Domínguez, Seminario sobre El Neologismo Necesario). En este
sentido, debe tenerse en cuenta la polisemia (una palabra con
varios significados), ya que puede ser causa de ambigüedad y
prestarse a equívocos.
-Consejos de Bertrand Russell: 1º Si basta una palabra corta, no
emplear una larga. 2º Si se quiere emitir un juicio con muchas
especificaciones, deben escribirse algunas de estas en frases
separadas. 3º Evitar que el principio de la frase induzca al lector
a esperar algo que se contradiga al final con ella.
-Tener en cuenta que la acción sólo puede ser expresada por un
sujeto, un verbo y un complemento, incluso el adjetivo retrasa el
avance, reduce el brío y a veces el ritmo. En la frase enunciativa,
si consta de tres elementos, el verbo suele colocarse intercalado
y de los otros dos precede uno (el de mayor interés) y los demás
van al final.
No obstante, la construcción de la frase castellana goza de
holgura y libertad y el orden de las palabras puede depender más
de la idea o del hecho que quieran expresarse que de la rigidez
gramatical, siempre que no se conculquen las normas que
modifican el sentido de la frase y dicen, por tanto, lo contrario de
lo que queríamos decir.
-Combatir la monotonía y el tópico. Tratar de encontrar, como
aconseja Mario Benedetti, un sustantivo que nunca había
colindado con un adjetivo cualquiera; el hallazgo de una sola
palabra que transforma un lugar común en un lugar
extraordinario; la novedad de una sensación o, mejor aún, la
manera nueva de expresar una sensación trillada y hasta la
invención de una palabra.
-En el lenguaje periodístico hay que procurar la economía de
expresión y evitar el pleonasmo, la redundancia, lo superfluo, si
queremos alcanzar eficiencia y concisión. Pero sin
extremosidades, ya que la concisión máxima suele equivaler a
ambigüedad y la efectividad de una comunicación depende tanto
de que ésta sea breve como de que sea inequívoca. Como en la
función empresarial, es necesario conseguir la máxima eficacia
con el mínimo coste. Es cierto que la riqueza de vocabulario es
cualidad positiva del periodista y del escritor, pero también lo es
que con un mínimo de voces y de giros pueden expresarse
muchos matices.
El neologismo es un cambio reciente en las lenguas, afectadas,
como toda creación social, por una mutabilidad que le da vida y
permanencia, y singularmente en esta era de innovación
científica y tecnológica. Los neologismos pueden ser útiles, pero
también superfluos, y debe buscarse, en los resquicios del
diccionario, si existe algún vocablo anticuado que pueda sustituir
al recién llegado.
Ante los términos científicos y técnicos -recuerda Lázaro
Carreter-, se han desarrollado dos actitudes principales: una,
apropiárselos sin más, y decir by-pass, leasing o hardware, lo
cual se corresponde con una actitud pasiva y diríase que
acríticamente rendida ante el superior modelo norteamericano
(posición dominante entre nosotros) y otra, presentar cara ante
tal superioridad con una cierta arrogancia y tratando de
nacionalizar los tecnicismos extranjeros.
-Tengamos siempre a mano la herramienta básica, el diccionario,
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que no es, como se dice a veces, un cementerio de palabras, sino
un arsenal, una guía, una orientación, un código de referencia,
una garantía e incluso un libro de lectura.
-Periodistas experimentados ofrecen estos criterios sobre el estilo
periodístico, recogidos por la Sociedad Interamericana de Prensa:
* Escribir frases cortas.
* Preferir lo simple a lo complicado.
* Preferir lo concreto y desechar lo abstruso.
* Usar palabras comunes.
* Omitir palabras innecesarias.
* Emplear verbos en voz activa.
* Redactar con sencillez, naturalmente.
-Habría de añadirse el cuidado con el mal uso de gerundios,
preposiciones, relativos, etc. Recordemos que el diccionario de la
Real Academia llama "gerundiano" al estilo "hinchado y ridículo" y
que una segunda acepción de la palabra "gerundio", (advirtiendo
que es voz en desuso) en este mismo diccionario, dice así:
"Persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando
inoportunamente erudición e ingenio".
-Debe tenerse en cuenta, asimismo, que el idioma no se aprende
por mera impregnaciòn del ambiente, por simple contagio. Como
aconseja el Manual de español urgente, editado por la Agencia
Efe, se debe estudiar poniendo atención en la lectura de buenos
escritores, y desconfiando del propio conocimiento.
-El mexicano Fernando del Río afirma algo que pudiéramos
suscribir muchos de quienes hemos dedicado la vida al
periodismo, si bien debe tenerse en cuenta que puede no ser
adecuado para todos, ya que cada uno se va creando sus
métodos, sus sistemas y hasta sus manías:
Perdamos el miedo a escribir; no nos quedemos
viendo la hoja de papel en blanco porque "no
sabemos cómo empezar". Sencillamente, escribamos
lo que pensamos en ese momento, tal como se nos
venga a la mente. Las mejoras vendrán con la
corrección y la revisión del texto... El único secreto
de la buena redacción ni siquiera es secreto: es
corregir una y otra vez.
-Ernst Jünger, en sus Radiaciones. Diarios de la Segunda Guerra
Mundial, intercala con frecuencia observaciones sobre el estilo.
He aquí algunos ejemplos, en los casos en que, aun habiendo
formulado tales observaciones para el idioma alemán, son
aplicables al castellano y a los abusos que cometemos:
* El uso del punto y coma, que considera el sustituto necesario
del punto en aquellos casos en que la frase prosigue su marcha
lógica.
* La defensa del sustantivo (en ello coincide con Azorín), que es,
"en todos los casos", más enérgico que el empleo de formas
verbales. En general, afirma, poseen más fuerza los verbos que
se derivan de sustantivos; por el contrario, los sustantivos
derivados de formas verbales son más flojos.
* Elogio de la exigencia de Schopenhauer de no introducir frases
de relativo en la frase principal, sobre todo por lo que se refiere a
la conducción clara y lógica de los pensamientos y a su
secuencia. En cambio, la presentación de imágenes y la
participación en ella puede incrementarse incluso con la inserción
de frases de relativo.
* El uso del pluscuamperfecto durante párrafos largos hace
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leñoso, rígido el texto. Es recomendable contentarse con el
imperfecto, a costa de la exactitud gramatical, y hacer sonar de
vez en cuando el pluscuamperfecto.
Sugerencias para informar sobre el conocimiento
Además de otros recursos son útiles otras posibilidades ofrecidas
por el lenguaje, como la metáfora, la hipérbole, la analogía, la
transposición, la parábola, la ironía. Aquí se habla de algunos de
ellos. Debe tenerse en cuenta que a veces estas clasificaciones
tienen propósitos didácticos y pueden no responder a la realidad,
ya que en unos casos se solapan (como les gusta decir a los
ingenieros) y en otros son tan tenues las diferencias y los límites
que pueden confundirse y en ocasiones ser conceptos
equivalentes. Ante todo, unas breves definiciones.
ANALOGIA: relación de semejanza.
METAFORA: traslado de sentido por sustitución analógica.
PARADOJA: algo que va en contra de la opinión común o de lo
establecido.
TRANSPOSICION: figura que consiste en alterar el orden normal
de las voces en la oración, pero que aquí se utiliza con un sentido
más amplio: trasladar hechos o conceptos a otras áreas del
pensamiento o de la acción y a conceptos o magnitudes
familiares para el hombre medio y que ayudan a la comprensión.
En mi vida profesional he escuchado imágenes que me han
llamado la atención. Por ejemplo, si los fragmentos de ADN
pudieran estirarse sin romperse, sólo el de uno de nosotros sería
suficiente para ir al Sol y volver.
El científico y divulgador David Suzuki, canadiense, que trabajó
durante tres decenios sobre la mosca del vinagre, llega a la
conclusión de que, en gran medida, los cambios que se producen
en nuestras vidas son similares a las diferentes etapas por las
que atraviesa la vida de una mosca: legado genético, óvulo
inicial, recién nacido, fases de maduración, etc.
Hay metáforas y paradojas muy válidas para la explicación de los
hechos científicos. Los autores de Une logique de la
communication (1967) dan la siguiente definición de paradoja:
una contradicción que se plantea al concluir una deducción
correcta a partir de premisas consistentes. Ortega dedica un
capítulo a la metáfora en su Ensayo de estética, y para predicar
con el ejemplo llama a la metáfora "bomba atómica mental".
Jurdant cita algunas de ellas: "metales que no existen aún"
(¿còmo se puede hablar de cosas que no existen?), "soñar antes
de nacer", "el álgebra de lo imposible", "los rayos cósmicos,
mensajeros de la galaxia", "la luz de mañana es ya sólida"
(combinación de dos paradojas), etc. Borges afirma, quizá con
alguna exageración, que las metáforas realmente eficaces son
siempre las mismas: la comparación del paso del tiempo con un
río y de la muerte con el sueño. Pablo Neruda y Federico García
Lorca son también maestros en el uso de la metáfora.
En cierta ocasión, Einstein respondió a un entrevistador con esta
metáfora: "Somos como un muchachito que entra en una
biblioteca inmensa, cuyas paredes están cubiertas de libros
escritos en muchas lenguas distintas. El niño sabe que alguien ha
de haberlos escrito, pero no sabe ni quién ni cómo. Tampoco
comprende los idiomas en los que están escritos. Pero observa un
orden claro en su clasificación, un plan misterioso que no
comprende pero que sospecha vagamente. Esta es en mi opinión
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la actitud frente a Dios de la mente humana, incluso de la mejor
y más preparada" (Gardner, 1989).
Para terminar con este epígrafe, un consejo de amigo a los
lectores: que relean Alturas de Machu Picchu, de Neruda (una de
las más impresionantes colecciones de metáforas en nuestra
lengua) y la Historia de la eternidad, de Borges, donde se
registran preciosas metáforas.
Las transposiciones, las reducciones de hechos y cifras a escalas
más accesibles a nuestra comprensión y a nuestra imaginación,
sirven para llegar mejor al público. La referencia a conceptos o
magnitudes que sean de conocimiento público o con los que el
hombre medio esté familiarizado, ayudará a la comprensión. He
aquí un ejemplo de cómo se consiguió, hace algunos años,
ofrecer ciertas nociones válidas sobre la distribución de razas y
religiones en el mundo:
Reduzcamos el mundo a una aldea de cien
habitantes. Los blancos serán 31 y los no blancos,
69. Habría 33 cristianos (23 católicos y 10
protestantes), y los otros 67 serían judíos,
musulmanes, budistas, hindúes, sintoístas y otros no
cristianos (Thomas Patrick Melady, conferencia en
Madrid, 28-3-1966).
Otro ejemplo de transposiciones e imágenes, que podría
considerarse también como metáfora e incluso como analogía,
corresponde a un Premio Nobel, el argentino Luis F. Leloir. He
aquí cómo explica, para el público, el mecanismo por el cual los
azúcares se transforman, son asimilados y proveen de energía a
las células del organismo: "Imagine usted una carretilla (el medio
de transporte, la uridina difosfato) llevando carbón (la energía, la
glucosa) que puede quemarse o acumularse en la
carbonería?hígado. En la práctica, consiste en el proceso por el
cual los alimentos, una vez ingeridos por los animales o el
hombre, se transforman en glucosa. (Entrevista en "La Nación,
de Buenos Aires, 15-11-1970).
El propio Einstein imaginó y estableció algunas paradojas en
relación con sus descubrimientos. Una de las curiosidades más
repetidas es una quintilla sobre la relatividad. En ella, a la
paradoja se añade la personificación, que en ocasiones puede ser
una metáfora:
Había una joven llamada Bright,
que viajaba mucho más aprisa que la luz.
Un día partió
por el camino de la Relatividad
y volvió la noche anterior.
Consejos de los maestros
Anoto aquí productos de reflexiones, lecturas, etc. que he creído
que pueden ser útiles para cumplir esta tarea de escribir ciencia,
que es tarea de escribir.
Sé muy bien que escribir es difícil, y que se da en muy pocos
elegidos de los dioses, pero todos debemos aspirar a ello. Escribir
no es sólo juntar y relacionar palabras, sino comunicar
sugestivamente ideas y sensaciones. Utilizando la antigua
imagen, del mismo modo que el alfarero convierte en formas
artísticas un barro que los demás nos limitamos a quitarnos de
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los zapatos, el escritor se vale de un material que está al alcance
de todos, las palabras, pero será escritor de verdad, y no mero
escribidor, si posee "la aptitud de dar a un texto la más alta
comunicabilidad emocional" (Pierre Rer, Una temporada con
Lacan).
* Lightman (1991) aconseja escribir sobre la ciencia de modo
que el resultado sea arte y para ello debemos establecer ambas
conexiones.
* En su deliciosa Historia del cerco de Lisboa, Saramago escribe
esta frase aparentemente paradójica: "...añadiéndole parte
suficiente de imaginación para hacerla más auténtica y real". Se
habla con frecuencia de la imaginación del científico y del escritor,
pero menos de la imaginación del periodista, y también la
necesita en ciertos casos.
* Describir, más que escribir, exige, como mínimo, por parte del
autor, tiempo de escritura (de hacer memoria) y de disipación de
otro interés que no sea el de la libertad y la emoción de conjugar
en un texto recreación, aventura, belleza y conocimiento.
* Un ejemplo de léxico, entre nosotros, es el de Miguel Delibes.
Torrente Ballester ha dicho de él: "Delibes se echa al campo con
su escopeta y su can, y sabe nombrar lo que le rodea, lo que le
acompaña, lo que le sale al paso. No es de los que dicen
"pájaro", "hierba", "bicho", sino que llama a cada cosa por su
nombre". Llamar a cada cosa por su nombre es, en periodismo,
uno de los más válidos objetivos, y en su vertiente de difusión de
la ciencia, un ideal al que creo que todos deberíamos tratar de
acercarnos.
Pero esto no es tarea fácil, ya que topamos con la famosa
polisemia, que se da en la lengua, pero no en el habla. En
cualquier idioma, hay palabras con sentidos muy diversos. Son
válidas, en parte, para los periodistas las proposiciones que
Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus, y que
fueron escritas dentro de un análisis de la estructura lógica del
lenguaje y refiriéndose al campo de la ciencia (Küng, 1979):
I. Lo que se puede en general decir, se puede decir claramente.
II. De lo que no se puede hablar, se debe callar.
Y se relaciona con esta frase de Herder a Hamann, citada por
Ernst Jünger en su libro La Tijera (1990): "Cuando mis ojos sean
claros, lo será también mi estilo".
Ello implica dominar el tema y el léxico, en toda su complejidad
semántica. Cuando ello ocurra, el escritor será capaz de
encontrar otras palabras equivalentes y esto sirve como test para
saber si el periodista ha entendido el tema o no. En el primer
caso, puede encontrar equivalencias semánticas de palabras (lo
que los lingüistas llaman "capacidad de reformulación").
Ello plantea el problema del neologismo. Las lenguas se renuevan
constantemente y lo que debe evitarse no es el enriquecimiento,
sino el empobrecimiento. Ya Feijoo observaba que la censura a la
introducción de voces nuevas o extrañas se debe a que "hay muy
pocas manos que tengan la destreza necesaria para hacer esa
mezcla" (se refiere a las combinaciones nuevas o desusadas).
Referencias:
Calvo Hernando, Manuel: Periodismo Científico. Paraninfo. Madrid. 1977; 2ª,edición,
Cómo Combatir el Deterioro del Idioma http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n43/mcalvo.html
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1992.
----- El neologismo necesario. Fundación EFE, Madrid, 1992.
Gardner, Martín: Los porqués de un escriba filósofo. Tusquets, Barcelona, 1989.
Jünger, Ernst: Eumeswill. Seix Barral, Barcelona, 1980; Radiaciones. Diarios de la
Segunda Guerra Mundial. Vol. 2. Tusquets Editores, Barcelona, 1992.
Manual de Español Urgente. Agencia Efe-Ediciones Cátedra. Madrid, 1987.
"Manual de Estilo". Centro Técnico de la Sociedad Interamericana de Prensa. Nueva
York, 1965. Hoy, las grandes empresas informativas publican o actualizan sus libros
de estilo.
Russell, Bertrand: Retratos de memoria y otros ensayos. Alianza Editorial. Madrid,
1976.
Sábato, Ernesto: Uno y el Universo. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1952.
Salinas, Pedro: El Defensor. Alianza Editorial, Madrid, 1967.
Saramago, José: Historia del cerco de Lisboa. Seix Barral, Barcelona, 1990.
Suzuki, David: Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.
Dr. Manuel Calvo Hernando
Presidente de Honor de la Asociación Española de Periodismo Científico, España
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