domingo, 8 de agosto de 2010

El Lenguaje

LENGUAJE
Biografía
Jacques Derrida, nacido en 1930, profesor-asistente de
filosofía en la Escuela normal superior, ha centrado su re-
flexión en los límites de la metafísica occidental, contem-
plados a través de las relaciones entre la escritura, la pala-
bra y el deseo.
Es autor de: La Voix et le Phénoméne (PUF, 1967),
L'Ecriture et la Différence (Seuil, 1967), De la Grammato-
logie (Minuit, 1967), La Diseminación (Fundamentos,
1975), Positions (Minuit, 1972), Marges (Minuit, 1972), Glas
(Galilée, 1974), Mimesis. Des articulations (Aubier-Flam-
marion, 1975), La Venté en peinture (Flammarion, 1978),
La Carie póstale (Aubier-Flammarion, 1980).




II
El Lenguaje

—¿Oiga? ¿Sí?... ¿Podría usted escribir un artículo
sobre el lenguaje para «Le Monde Dimanche»?
—¿Quiere saber si soy capaz de hacerlo, lo que es
algo dudoso, o si aceptaría hacerlo? En el segundo
caso, la pregunta sería un pedido o una invitación. Mi
interpretación dependerá de la entonación, de nuestra
relación a ambos lados del teléfono, de otros mil da-
tos; en resumen, de un contexto no inmediatamente
lingüístico. De un texto más amplio y siempre abierto
que no se limita a ser discurso.
»En la primera hipótesis (¿es usted capaz de...?),
la pregunta pide una respuesta que, siguiendo a Aus-
tín, algunos llamarían constativa. Mi sí significaría:
soy capaz de hacerlo. Pretendería decir así lo que es,
definir, describir, constatar. Pero si la pregunta tu-
viera el valor o el efecto de una invitación, mi sí no
constataría nada, haría algo, mepondría en acción. Mi
promesa produciría un acontecimiento que no tenía
ninguna posibilidad de aparecer, y en realidad no tenía
ningún sentido, antes de mi respuesta. Ésta ya no
tiene valor constativo sino que es, esencialmente, un
performativo.
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—De acuerdo. Me recuerda usted a Brecht y sus
dos óperas escolares. El que dice sí .y El que dice no...
Si entro en su juego, todavía puede usted responder
sí, pero no (sí, soy capaz, de hacerlo, pero no, no
acepto escribir...), sí, sí, o no, no, o no pero sí (no soy
capaz de hacerlo, pero acepto, y ya se apañará Le
Monde). Esta distinción indispensable (constativo-
performativo) sigue siendo, sin embargo, sumaria, y
ha sido reelaborada de modo que se ha agudizado su
dificultad.
—Sí, en principio se estudiaron los performativos
como curiosidades insólitas. Ahora se los encuentra
por todas partes en ese lenguaje que algunos creían
destinado a decir lo que es, o a comunicar informa-
ción. Lo que se halla enjuego, es, pues, la esencia de
la lengua, la autoridad y los límites de la lingüística
como tal, sobre todo en la determinación del contexto
que, como ha visto, es decisivo. Pero no hay ninguna
negativa asegurada por un contexto ni simetría alguna
entre los dos síes. El sí constativo es la expresión apa-
rente de un sí performativo (afirmo, digo que, creo
que, pienso que soy...). Por otra parte un sí en sí
mismo, o un ¿í('?, ¿oiga? ¿sí? no constata nunca nada,
sino que responde, compromete, requiere. Si ahora
afirmo —y no digo en serio— que no he comprendido
su pregunta y que no sabría responder, a no ser que
usted me aclare...
—Con mucho gusto: Le Monde Dimanche dedica
este verano una página semanal a la filosofía. Es una
iniciativa audaz, sobre todo durante las vacaciones.
Para empezar la serie, usted hablaría del lenguaje; es
mejor empezar por ahí, con nueve hojas de veinticinco
líneas. Pero sus lectores no tendrán, en su mayoría,
formación filosófica...
—Su advertencia me resulta familiar. Confíese que


II. EL LENGUAJE / 29
es oscura, incluso críptica. ¿En nombre de quién y de
que lectores habla usted? ¿Qué secreto guarda-^ ¿A
          quien quiere usted que me dirija? Hace siglos que se
esperan argumentos cuantifícados sobre este punto
¿Existe ese destinatario? ¿Existe antes de una lectura
               que puede ser también activa y determinante (en el
             sentido en que sólo entonces se determinaría)^ ¿Cómo
construye usted la imagen y el programa de ese lector
eligiendo lo que puede descifrar, recibir o rechazad
Ademas, usted supone que quienes tienen «información
filosófica» hablan una lengua particular; pero desea
que se «hable de filosofía» sin usar esa lengua (...).

Una historia de desciframiento
—Tal vez haya que aceptar esa contradicción. Lo
que esta en juego, en la filosofía, por ejemplo el len-
              guaje concierne .ambién a todos aquellos a quienes
nada ha preparado para entender la lengua secreta en
que se complacen ciertos filósofos.
—Pues no, y el drama es que hay más de una, y no
precisamente dialectos, sino más bien discursos relati-
ST c^^ca?os, ° formalizados (como tantos
otros) a partir de las lenguas llamadas naturales o del
«lenguaje ordinario», si tal cosa existe. En el seno de
la llamada comunidad filosófica, la aventura esencial
             ha sido siempre una historia de desciframiento, de tra-
ducción, de pedagogía interpretativa, el enigma de un
destino. Por lo demás, por parte de quienes usted su
              pone ajenos a «la» formación filosófica, hay mil ma-
neras de recibir un discurso de cariz filosófico v de
reaccionar ante él. Las variables son nuevas y más
fic^^hque nunca- El. acceso a los escritos fíl^-
ticos estaba casi reservado, antaño, a un medio redu-

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cido. Actualmente, la permeabilidad de los códigos
socio-lingüísticos aumenta aún más deprisa que la mo-
vilidad social.
»La escuela no es la única condición, pero no se
pueden analizar estos desplazamientos sin contar con
los dispositivos y las normas del "sistema educativo".
En un país tan centralizado, una decisión sobre la
orientación en las secciones de los liceos, o sobre el
curso de transición a la Universidad, sobre la inspec-
ción general o el mercado de la edición (escolar o no),
puede modificar en pocos años el panorama de los
«lectores-no-filósofos-interesados-por-artículos-de-filo-
sofía en-Le-Monde-Dimanche. Fuera de la escuela,
e interfiriendo con ella, la tecno-economía de la infor-
mación (edición, medios de comunicación, informá-
tica, telemática...) cambia cada vez más rápidamente
la figura de ese pretendido lector típico. Y los perio-
distas no están en un observatorio, sino que sus inter-
venciones normativas («performativas») están afec-
tadas por su pertenencia social, su formación, su
historia y su deseo.
»Es decir, toda una maquinaria de filtros y de tipos
para la retórica de los discursos, sus efectos y sus
afectos. Esto implica actualmente una enorme autori-
dad y una terrible responsabilidad en cuanto a lo que
prescinde de filosofía. En los casos en que se asegure
durante mucho tiempo una especie de monopolio tea-
tral, y fatalmente comercial, a la incultura o a la nece-
dad, el siniestro podría tener dimensiones nacio-
nales (...).
—En su opinión, habría que recurrir al plan Orsec.
No se sabría en qué medida los medios de comunica-
ción producen o reproducen su destinatario, pero
siempre habría necesidad de mantener el simulacro.
Pero si no se puede separar el lenguaje de una cierta


IL EL LENGUAJE/31
tekhné y de una repetición codificada, ¿cómo evitar
esos peligros? Por eso le proponía un artículo prelimi-
nar sobre el lenguaje.
—Sí, pero su decisión es filosófica, sitúa ya el len-
guaje. Dejémoslo. En cualquier caso, si yo escribiera
ese artículo, subrayaría fuertemente las condiciones
dadas: ¿por qué en Le Monde y en tal momento? ¿Por
qué yo? ¿con qué intermediario, para quién y para
qué? ¿Cómo tal o tal dimensión (por ejemplo 225 lí-
neas) condiciona cada una de mis frases?
—Muy bien, pues hágalo: ¿por qué no? Hasta aquí
me ha hablado de lenguaje, y lo dicho ha quedado
más claro que lo que usted suele escribir. Un consejo:
dicte sus libros por teléfono. Su artículo debería
mantenerse en este registro, no vuelva a su aisla-
miento.
—¿Tan claro he sido? ¿Usted cree? ¿Para quién?
Lo que acabo de esbozar sería poco accesible a una
masa de lectores, que sólo percibirían lo que está en
juego a través de una silueta de sentidos. Pienso
en algunos de los que no abren nunca Le Monde, y en
ciertos lectores de este diario que desempeñan un pa-
pel importante y singular en la formación (prescrip-
tiva) de un público bastante culto, abierto a un len-
guaje de tipo filosófico (aunque menos especializado)
y, en determinadas condiciones, a un discurso sobre el
discurso. Al menos en el micro-medio que habitamos
en el seno de la sociedad francófona.
»Para otra fracción, de la que usted se hace emba-
jador al pedirme que me oriente hacia ella, lo que
,       acabo de sugerir sería sin duda fácil, y claro, pero sólo
tendría interés si se lo ampliara de uno u otro modo, y
sobre eso cada uno tiene ya su idea y por tanto su
impaciencia. Pero es una vertiente en la que ya se
considera irritante esta manera de retroceder y de

32 / DOCE LECCIONES DE FILOSOFÍA
desacelerar: yo tendría que avanzar, decir las cosas en
lugar de preguntarme cómo decirlas sin decirlas, a
quién, para qué, en qué condiciones. Esto es ya de-
masiado filosófico, redundante, poco económico, in-
suficientemente «informativo».
Los que se exasperan y especulan
—De acuerdo. Además yo no confundo lo «per-
formante» (la cantidad de información y de saber en
un espacio dado) y lo «performativo», como usted
dice.
—Por último, una minoría de lectores me acusaría
de simplificar excesivamente cosas ahora triviales,
como esta teoría llamada «pragmática» de los enun-
ciados, que evoluciona con gran rapidez. No pienso
solamente en los filósofos o en los lingüistas, sino en
todos los que, convencidos de que ellos usarían mejor
esta tribuna, se exasperan y especulan. Todo esto ha
de ser prudentemente modulado. Nada de todo o
nada, he ahí una cosa simple que hay que decir sobre
el acceso al texto.
»E1 sentido y el efecto no se producen ni se recha-
zan nunca absolutamente, sino que guardan siempre, a
disposición de un lector potencial, una reserva que se
debe menos a una riqueza sustancial que a un margen
aleatorio en los trayectos, a la imposibilidad de saturar
un contexto. El «mismo» enunciado («¿Podría usted
escribir...?») puede remitir a una multiplicidad de
otros «textos» (frases, gestos, tonos, situaciones,
marcas de otro tipo) y a otros «otros» en general,
puede abrirse a otros efectos, ramificaciones, injertos,
iteraciones, citas... Estas posibilidades y estas fuerzas
diferenciales no son estrictamente lingüísticas, y por

II. EL LENGUAJE / 33
tanto prefiero hablar de huellas o de texto y no de len-
guaje, porque...
¿Quién es «todo el mundo»?
—A partir de ahí, empezaría usted a ser hermé-
tico; le llamaré de nuevo...
—Me llamará al orden, vaya. Antes oí la palabra
«aislamiento» es un reproche que se ha hecho a la fi-
losofía desde hace siglos. Usted dice hablar en nombre
de un supuesto lector, pero casi siempre, no se sabe
por qué, aparece la misma petición vagamente agre-
siva, el dictado de un deseo amenazante: «Hable
como todo el mundo, lo que usted dice nos concierne
a todos, usted confisca lo que se halla en juego y
nuestras respuestas, nos posee o nos desposee, sus
palabras son puñetazos». Estas acusaciones tienen un
programa, aunque el arsenal de argumentos se adapte
a cada situación, a los nuevos datos de la sociedad, de
la técnica o de la escuela. La misma requisitoria se
desencadena por otra parte entre filósofos que separan
la lengua, el estilo, la tradición, contratos implícitos.
—Sí, pero ¿no debe precisamente el discurso filo-
sófico liberarse de ellos para hacerse inmediatamente
disponible y abierto a todos?
—Ningún texto se abre inmediatamente a todo el
mundo. El todo-el-mundo de nuestros censores es un
interlocutor determinado por su pertenencia social, a
menudo minoritaria, por su formación escolar, por la
situación de la cultura, de los medios de comunicación
y de la edición. El abuso de poder es siempre obra de
los censores y de quienes toman decisiones. El talento
pedagógico o la buena voluntad no bastan, nadie
puede esperar un público anónimo, aunque sea un solo

34 / DOCE LECCIONES DE FILOSOFÍA
individuo sin la escuela, el libro, la prensa, y por
tonto sin los resortes de una política que no e uni^ar
mente gubernamental. Y sobre todo sin el trabajo o el
acercamiento del otro.                   "dodjo o el
—Es evidente.
—Por tanto la pregunta debe ser formulada en otro
lugar; ¿por qué no hacérsela al genetista o al lingüista?
tósorfoTepreservar la sospecha 0 la desconfianza al fí:
odefo76    que noreconocerie lo que se reconoce a
todos y en primer lugar al periodista profesional: el
derecho y el deber de sobreimprimir en su frase la
memoria cifrada de un problema, la alusión fo^
tend^aacsuseTS,de conceptos? sin esta econon^
tendna que desplegar a cada instante una pedagogía
nSalsaenaNlmposible,y Paralizador-- ¿cuámas S
fícoea^aN0 es T Ia tístoria del lenguaje ^0-
EÍ ne    p•rog.reso. de una caPita^zación continuada
El pensamiento debe también interrumpirlo. Una
vuelta decisiva a la meditación del decir que pareced
mas simple («el ser es», «el ser no es»...) de paS
^^rZe^ claras.como -Palabra- eaS"s
ca», «claridad», «ciencia», «investigación», «téc-
nica», «lenguaje», descompone la seguridad a veces
sonámbula de ese progresismo.
-Sí, pero tal vez, este último movimiento vaya
S^Z. " el sentido de una ^pularizZn
—Sí y no. Lo más simple es a veces lo más difícil
La popularización no debe renunciar al rigor y al aná-
t^H     co,fílósofos <g mL ator-
^Sdos (;ue algu.nos simples Profesores Por este do-
cTder ^nTV0-'-<
ceder en la exigencia filosófica, tener en cuenta la
fransformación del campo social, de las técnicas de
transmisión y de archivo, de la escuela y de la prensae
I

II. EL LENGUAJE / 35
sin caer en la seducción fácil ni en el abuso demagó-
gico. Cuando las normas impuestas por los medios de
comunicación resultan demasiado caras, la contención
silenciosa es a veces la respuesta más filosófica, la
estrategia bien entendida. Pero por las razones ya di-
chas, este cálculo será siempre aventurado en la no-
che. Una palabra singular, susurrada como una con-
fidencia, puede aún, incalculablemente, durante
siglos... ¿Oiga?
El deseo de inocencia
—Hacía de abogado del diablo: el esoterismo, ¿no
es el refugio con que sueña un pensamiento pobre y
vulgar? O dicho de otro modo: usurpación de autori-
dad, instrumento de terror, contraseña de una secta o
una corporación que se reserva, junto con el poder de
interpretar, el de evaluar o legitimar, el poder sin
más.
—Sí, pero esto no es algo reservado a los filósofos,
y la competencia en el uso de los signos puede tanto
servir estas mistificaciones como desbaratarlas. Estas
dos posibilidades provocan a la filosofía desde siem-
pre. Sin remontarse a los sofistas y a Platón, véase
Descartes. Atacaba la artifícialidad de quienes, adver-
tidos de «algo cierto y evidente», «sólo lo muestran
envuelto en diversos giros enigmáticos, bien porque
temen que la simplicidad del argumento disminuya la
importancia de su descubrimiento, bien porque por
malevolencia nos ocultan la verdad franca (nobis in-
vident apertam veritatem)...»
—¿Está usted hablando en latín por teléfono
—Soy congruente: extendamos la enseñanza filo
sófica antes del curso de transición a la universidad

36 / DOCE LECCIONES DE FILOSOFÍA
(ésta es una de las respuestas a todas estas preguntas),
pero extendamos también la del griego y del latín... EIÍ
cuanto a las relaciones entre los «giros» y la «ver-
dad», cabe tener reservas sobre lo que sobreentiende
Descartes, que también es un autor oscuro y difícil,
recordémoslo. Además, cuando decidió escribir su
Discours en francés, pretendidamente para dirigirse a
todos, lo hacía en una fase socio-política particular, en
un momento de violenta estatización lingüística. No
hablaba a todo el mundo, pero dejémoslo.
»Sobre los celos o la envidia (invident), da en el
clavo. La guerra para y por la propiedad de la lengua
hace estragos entre los filósofos y entre ellos y los
demás. Por ambas partes hay un deseo de inocencia.
Unos describen las leyes de la guerra, otros apelan a
las leyes y a las reglas del juego. Unos piden un de-
sarme general e inmediato; calculando los riesgos,
otros lo desean progresivo y controlado. Kant, que
hablaba de «la próxima conclusión de un tratado de
paz perpetua en filosofía», quería democratizar tam-
bién el discurso, denunciar la criptopolítica y la mista-
gogía. Nietzsche analiza la política de la lengua filosó-
fica, su relación con el Estado, con el proceso de
democratización, con el poder de los sacerdotes
y de los intérpretes, en la enseñanza y en la prensa.
Ya Marx en La ideología alemana, y más cerca de
nosotros, a pesar de la diferente situación...
—Sí, pero sería demasiado largo. En pocas pala-
bras, si usted tuviera que escribir ese artículo, ¿en qué
insistiría, ahora mismo? Suponga que, en vez de te-
lefonearle, le pongo un micrófono delante: ¿adonde
van las investigaciones sobre el lenguaje?
—El pensamiento no tiene siempre la forma de lo
que se llama «investigación», con sus instituciones y
su productividad programada. En todo caso, me

II. EL LENGUAJE / 37
arriesgaría a dar esta respuesta, en tres palabras y seis
puntos: a través de los compartimientos (lenguas na-
cionales, instituciones, tradiciones y códigos teóricos,
filosofía, lingüística, psicoanálisis, literatura, tecnolo-
gía de la comunicación y de la traducción...), la mayor
parte de las cuestiones se centran, me parece, en
tomo de esa «pragmática» de la que hablábamos. No
necesariamente con ese nombre y en las conocidas
formas en que Austin y sus discípulos exponen estos
problemas. Además de sus dificultades internas, que
son un signo de riqueza, esta primera teorización fue a
la vez servida y frenada por los límites de su axio-
mática, poco atenta a la historia de sus conceptos,
empezando por la distinción entre performativo
y constativo, las oposiciones entre producción y
no-producción, la producción como creación de
acontecimientos y la producción como puesta al día,
praxis y theória, el acto y la palabra, etc.
»En resumen: 1) pensar (decir, escribir) el logos
«antes» de estas oposiciones, «antes» de la voz y el
significado (phóné, semainem); otra «historia de la fi-
losofía», leamos a Heidegger por ejemplo; 2) recono-
cer que lo que se llama señal, texto o contexto (y entre
otras cosas, todas las condiciones llamadas conven-
cionales de un «performativo») no se limita a lo lin-
güístico o a lo fónico, y por lo demás no se limita a
nada; 3) someter el psicoanálisis a la prueba de la
«pragmática», pero en primer lugar sustraer ésta de
una axiomática de la conciencia intencional y del «yo»
presente a sí mismo; 4) tener en cuenta la tecnología
llamada de la «información», antes y después de
nuestro teléfono; 5) no confundir el «performativo»
—sus ficciones y sus simulacros— con la rentabilidad
«performante» de la tecno-ciencia; 6) no dejar de
prestar atención a las paradojas de la alteridad, de la

38 / DOCE LECCIONES DE FILOSOFÍA
señal del destino, del destierro o de la clandestíniza-
^"nde ta Ventura y de los signos en suma: yo habría
sugerido todo eso y... ¿Oiga?
—¿Oiga? Le oigo mal...
-..habría insistido en ese nombre provisional, la
«pragmática», en lo que presupone del texto en gene
nd y que fue, digamos, «denegado». Los efectos de
fíate^lneTT, ^an marcado fuertel^nte la fíloso-
insti ucfí1da     enguaje fílosófíco 0 científíco- las
instituciones de investigación y de enseñanza que de-
penden de ellas, su interpretación de la interpretación
del sentido, de la referencia, de la verdad El vaSr
teórico (constativo) del discurso se añadió así a la efi-
ciencia, al resultado técnico y productivo de la inves-
ii§3Cion.
»Lo que yo llamo imprudentemente «denegación»
del «performativo» no fue un juicio, sino un aconteci-
miento formidable, en sí mismo performativo y nor-
mativo_¿Que sucedería si a estas normas les sucediera
algo? Transformaciones, creo, difíciles de calcular
tanto en las llamadas instituciones como fuera de
ellas. Y si hubiera posibilidad o peligro de que suce-
^ mientras hablamos de eso, en este mismo mo-
—¿Oiga? Finalmente, ¿podría escribir ese artículo
o no?
— Creo que no. Nueve hojas equivalen apenas al
limite de duración de una conversación telefónica
dominical con el extranjero. No podré hacerlo...
—Esta Prácticamente hecho, mire,
lo hemos conseguido...


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